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Floris, la perfumería de la realeza

  • Foto del escritor: Paula de Brillant
    Paula de Brillant
  • 9 jun 2020
  • 7 Min. de lectura

Floris cuenta con el sello de la Casa Real inglesa desde 1820, y entre sus clientes figuran desde Winston Churchill y Eva Perón, pasando por Marilyn Monroe hasta llegar a Kate, duquesa de Cambridge.


Floris of London o simplemente Floris es una tienda inglesa de artículos de belleza y accesorios.

Fue fundada en 1730 por Juan Femenías Florit, quién llegó a Inglaterra desde su isla natal Menorca para buscar fortuna. Poco después de su llegada, en 1730, inició un pequeño negocio en Jermyn Street, en la elegante esquina de St. James en Londres.

Juan Florit inicialmente se desempeñó como barbero y fabricante de peinetas, y transformó su apellido por Floris, más fácil de pronunciar para los ingleses.

Poco a poco, el menorquín se hizo conocido por su buen servicio y por los aromas que creaba, con alusiones al mar y el campo mediterráneo.

Su trabajo fue codiciado por una clientela elitista como Mary Shelley, autora de Frankenstein, quien durante su estancia en el extranjero en 1818 escribió a su amigo Thomas Love Peacock para pedirle que le enviara dos cepillos para el cabello y un cepillo de dientes de Floris.

El trabajo de este emprendedor llegó a oídos de la realeza y el joven recibió en 1820 una Autorización Real como “Fabricante de Peines de Punta Suave” para el recientemente coronado Rey Jorge IV.





Clientes célebres


Con casi 300 años, Floris sigue creando aromas exquisitos y cosechando éxitos. La compañía ha sido proveedora oficial de varios monarcas de la Corona inglesa, incluida la actual reina Isabel II, para la que también creó un perfume especial para su boda, White Rose, fragancia incorporada a su colección.

Entre sus clientes de figuran desde Winston Churchill a Marilyn Monroe (que llevaba Rose Geranium), pasando por Isabel II hasta llegar al Príncipe Harry y Meghan Markle , quienes el día de su boda usaron un perfume que la casa británica diseñó para la ocasión. También Melania Trump ha sucumbido a los encantos de Floris: llevó uno de sus aromas durante su visita a la por entonces primera ministra británica, Theresa May.


La tienda está frente a la iglesia de St. James y se hizo tradición que se encargaran de elaborar los perfumes de las novias de la alta sociedad inglesa. En 1840, con motivo de la boda real de la reina Victoria y el príncipe Alberto, se creó Bouquet de La Reine. Para los perfumes "nupciales" suelen trabajar con Stephanotes. Es la base que emplearon para la boda del príncipe William y la princesa Katherine. También para la boda del príncipe Carlos y Lady Di, aunque en este caso, la fórmula final era más cítrica.(Cuando crean estas fragancias especiales suelen lanzar una edición limitada que ofrecen a sus clientes).


Floris es el olor de la realeza, de Hollywood e incluso de James Bond, quien usaba la icónica fragancia Nº 89, hecha con notas de naranja y bergamota mezcladas con lavanda y esencia de neroli y con fuertes toques de sándalo, cedro y vetiver. Era, de hecho, la favorita de Ian Fleming, creador del personaje y autor original de unos libros donde, no en vano, la menciona en varias ocasiones. En 'Moonraker' (1955), Fleming describe la sofisticación de Blades, un club de caballeros inglés, de este modo:“Un lugar lujoso en el que destacan los jabones y las cremas de Floris”.En ‘Diamantes para la eternidad’ (1956), Bond vuelve a Londres pensando en las cosas que tiene que hacer, entre ellas "ir a comprar jabones a Floris". En la novela ‘Doctor No.’ (1958), Fleming describe cómo en el lujoso apartamento de 007 se encuentra un cuarto de baño donde no faltan "agua de colonia de Floris para hombres y pastillas de jabón de Guerlain para las mujeres”.


Entre sus clientes de figuran desde Winston Churchill a Marilyn Monroe (que llevaba Rose Geranium), pasando por Isabel II hasta llegar al Príncipe Harry y Meghan Markle , quienes el día de su boda usaron un perfume que la casa británica diseñó para la ocasión.

Oscar Wilde era adicto a Malmaison Carnation Perfume (una esencia a base de claveles que ya no comercializan). También Audrey Hepburn fue una habitual y, aunque Marilyn Monroe siempre estará ligada al Chanel Nº5, en su baño nunca faltaba el aceite de “Rose Geranium” de Floris. Sir Winston Churchill empleaba la colonia Nº 127, creada en el siglo XIX para un gran duque ruso; un perfume, por cierto, que también usaría el duque de Windsor y la mismísima Eva Perón.




Oler como la realeza: Nace el Nº 127


Floris quería llegar a un público mas amplio con un perfume que fuera no sólo para realeza, sino para todo aquel que quisiera oler como un rey o, al menos, como un duque. Lo consiguió con el perfume Nº 127, que fue creado originariamente en 1890 para el gran duque ruso Orloff. A finales del siglo XIX, los clientes más prestigiosos tenían el honor de que Floris les creara perfumes exclusivamente para ellos. Todos eran cuidadosamente registrados para que las fórmulas se pudiesen volver a mezclar y las botellas se rellenasen. Cada cliente tenía un número y el del duque Orloff era el 127. Cuando murió, en principio la fragancia podía haber pasado al olvido, pero Floris decidió venderla al gran público: quería ofrecer a las clases medias la posibilidad de oler como un gran duque de Rusia. Eso sí, para evitar el excesivo esnobismo y acomodarse al principio de no vulgaridad que exigían los burgueses ingleses, no se comercializó con un rimbombante nombre, sino con el sencillo “127”. Había nacido un icono.



Distinción sin estridencias o, como dicen los ingleses, “understated elegance”. La auténtica clave de la aristocracia. Floris supo ofrecer en su momento el santo grial del buen gusto y, al día de hoy, sigue haciéndolo. El 127 tiene una fuerte abertura cítrica (marca de la casa) y luego se asienta en notas florales (gracias a la esencia de geranio, lavanda y neroli) y acaba con un suave olor aterciopelado por la adición de musgo y un toque de pachuli. Un perfume, desde luego, con profundidad y personalidad. Tiene un sabor añejo, nostálgico y vintage que le hace sumar puntos.


Los jabones


Otro de los productos estrellas son los jabones, hoy en día auténticos objetos de culto. En su día fueron incluso pioneros. Aunque cueste de creer, a principios del siglo XIX, el jabón no es que fuera escaso, es que era prácticamente inexistente. Lavarse con jabón, de hecho, no era una práctica habitual ni mucho menos generalizada. Pero la época victoriana cambió esta práctica y transformó el lavarse con agua y jabón en un símbolo de la superioridad moral de Inglaterra. El jabón se convirtió en un icono del Imperio británico y, de entre todos los jabones disponibles, los de Floris eran los más codiciados. A día de hoy siguen siendo todo un referente. No sólo por su suavidad y delicada fragancia, sino porque siguen un proceso de elaboración artesanal que no se ha alterado durante décadas. De hecho, se siguen empleando los moldes de 1900, con un elegante grabado con filigranas de flores. El resultado no podía más sugerente: los jabones son de grasa vegetal delicadamente molida, se envuelven a mano y, mezclados con agua, producen una gran capa de espuma que hidrata la piel. Los hay de variadas fragancias, como el “Edwardian Bouquet” y el “Stephanotis”, o Jazmín de Madagascar, que es el utilizaba Churchill.



Autorizaciones reales

Ya sabemos que los reyes no usan cualquier cosa. Sus productos deben estar debidamente aprobados, y la primera Autorización Real que recibió J.Floris Ltd fue entregada en 1820 como "Fabricante de Peines de Punta Suave" al recientemente coronado Rey Jorge IV. Aún hoy esa Autorización Real se exhibe en 89 Jermyn Street junto con no menos de otras 16 autorizaciones de distintos monarcas ingleses. Floris actualmente posee dos: Perfumes para Su Majestad Isabel II del Reino Unido Reina Isabel II y Fabricante de Preparaciones de Baño para Su Alteza Real el Príncipe de Gales.



Floris hoy


La tienda en Londres está ubicada en Jermyn Street, en el mismo edificio en el que Juan F. Florit creó el negocio en el siglo XVIII, un edificio que también albergaba la residencia familiar en la planta superior y el taller de perfumes en el sótano.

El mostrador de caoba que aún se utiliza en la tienda fue adquirido directamente en la Gran Exhibición en el Palacio de Cristal en Hyde Park en 1851.Muchos elementos de la época aún se mantienen en la tienda,un ejemplo de los cuales es una almohadilla de terciopelo sobre la cual se deposita el dinero,ya que en el siglo XVIII se consideraba vulgar tocar la mano de otra persona.


Al frente de la firma está Edward John Bodenham, la novena generación de la casa de perfumes. Ha crecido rodeado de fragancias y era sólo un niño pequeño cuando ya ayudaba a su abuelo y a su padre a mezclar los perfumes en la boutique en el corazón de St.James. "¿Sabe por qué tuvo tanto éxito mi antepasado? Porque en 1730 Londres era un lugar fétido. Y mi nonabuelo proponía fragancias cítricas, frescas y muy ligeras", afirma.

De su infancia conserva recuerdos felices y aromáticos correteando por la tienda que en aquellos años regentaba su abuelo: "Me maravillaban el laboratorio y el taller y lo que de allí salía. Lo llamábamos the mine (la mina) y nos parecía lo más misterioso del mundo. Un poco aterrador. Pero fascinante". Acuciado por el peso de las ocho generaciones anteriores que han regentado el negocio de forma ininterrumpida, se formó y estuvo preparado cuando llegó su momento en Floris tras pasar por Lancôme, Rochas, Paco Rabanne y Calvin Klein. Hoy es el nariz y director perfumístico y vela por un legado que ha decidido ampliar: "He trabajado durante mucho tiempo en la casa y la conozco desde niño, así que entiendo bien qué es Floris y qué no es…en Floris no trabajamos el gourmand (un tipo de aroma dulce que manejan todas las multinacionales y que recuerda al caramelo)", exclama Edward. Es la ventaja de ser una de las pocas perfumerías del mundo que conservan su independencia en un mundo dominado por las grandes corporaciones. “Sería difícil meter la pata. Aun así, antes de lanzar un perfume nuevo siempre me hago una pregunta: '¿Qué diría el abuelo?'". Además de esa aprobación espiritual, de él ha tomado su fragancia favorita, Elite: "Me echo una y otra vez a lo largo del día”. La suele pulverizar generosamente en el interior de su chaqueta y en el pañuelo de su bolsillo ("así voy dejando una estela con cada movimiento que hago".

Actualmente lleva más de 25 años dirigiendo el negocio y trabajando en la creación de nuevas fragancias.



 
 
 

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